Nunca pude mirarte con detalle. Aunque posabas ante mí,
nunca percibí los detalles de tus caderas. Ni la forma de tus labios, siempre
cerrados, o de tu cuello. Ni siquiera recuerdo si alguna vez tu boca se haya
abierto para sonreír.
No me acuerdo de qué hacía entonces: edificios, fachadas, un
puto polígono industrial, un monumento para reconocimiento de un prócer local. Una
vez diseñé un aeropuerto que nunca se construyó, pero me compensó de las pérdidas
de una urbanización también fracasada.
Pero siempre estabas allí en mis dibujos; en alguna esquina,
en un detalle, aliviando mis esquemas fríos con tu dulzura. Siempre estabas
conmigo, aunque estuvieses lejana.
Y ahora tengo algunas preguntas: ¿Por qué nunca sonreíste? ¿Por
qué nunca te vi, ni te dibujé, sonriendo? ¿Por qué eres el único detalle frío de
mi vida, y a la vez, uno de los más alegres?
Me gustaría que algún día me contestases, con todo detalle, sobre todas las cosas que me perdí, por ver tan mal tu espíritu.
JL Llorente
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