viernes, 1 de marzo de 2013

Cuento 5: Mateo nació sordo


Mateo nació sordo. Pero aquel vacío sensorial, lejos de representar un inconveniente en su vida, le proporcionaba la capacidad de percibir la realidad en estado puro, sin el artificio de la palabra. Así, cuando su madre, de chico, enternecida por su carencia se esforzaba por susurrarle  “no te preocupes, mi vida, te cuidaré siempre”, él escuchaba aquella verdad tan pura que se derramaba desde los ojos de ella, y que no precisaba palabras pues estaba impresa en la franqueza de su mirada.

Y así transcurría su vida: escuchando sin parar. Escuchaba las caricias de sus padres, el abrazo del amigo y la respiración pausada en el abandono de las tardes de domingo junto a la mujer que amaba. Lo escuchaba con la misma nitidez con que percibía la fingida condolencia que arrojaban a través de sus ojos, los alzados en el pedestal de la integridad de sus sentidos.

Por eso, cuando aquel día ella apretó su puño sobre el pecho a la altura del corazón y negando con  la cabeza le transmitió aquél “ya no te amo”, él se limitó a sonreir y se fue, con la certeza de que sólo se había abierto un paréntesis entre ambos ya que toda ella gritaba sin palabras: “a nadie podré querer como a ti, ahora y siempre”.

S. Llorente

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