La muerte de Antonio fue inesperada, un poco absurda, pero
sobre todo, inoportuna. Porque sólo a él se le ocurriría morirse el día de su
boda, después de tantos años intentando casarse y no encontrando con quién.
Pero es que Antonio era un desgraciado, y en todos los
sentidos. Gracia tenía muy poca, y la simpatía, la agudeza o la brillantez eran
ajenas a su personalidad. Vamos, que no caía en gracia ni a sus mejores y escasos
amigos, que aún así le teníamos aprecio.
Y encima era un poco gafe, aunque sólo para sí mismo. Me
refiero a que tenía tanta mala suerte como si todas las mañanas se cruzase con
un gato negro y pasase por debajo de tres escaleras.
Por ello, cuando nos contó que tenía una novia y que iba a casarse,
primero nos lo tomamos a broma y le dimos unas palmaditas en la espalda sin
hacerle apenas caso. Pero cuando insistió, empezamos a mirarnos entre nosotros
y a hacer esfuerzos para no reírnos. Y cuando se puso muy serio y dijo que nos
invitaría a todos a la boda, nos pusimos más serios y empezamos a pensar en si se
encontraría mal.
Pero días después todos recibimos la invitación a la boda,
que se celebraría en una iglesia en la parte alta de la ciudad el siguiente
martes. El grupo de amigos nos juntamos y tras decidir que no podía ser una
broma, ya que Antonio no tenía ni la maldad ni la inteligencia para urdir un
follón tan grande, le compramos un regalo.
El martes, un poco antes de la boda, nos juntamos en un bar
cerca de la iglesia, desde el que veíamos llegar a los distintos invitados. Salimos
poco antes de la hora de la ceremonia y vimos llegar el coche de la novia, que
venía muy elegante y era bastante guapa. Como imaginaréis, nuestras bocas
estaban cada vez más abiertas por el asombro.
A la hora de la ceremonia, la novia entró en la iglesia,
pero Antonio no llegaba. Nos quedamos en la puerta, por si necesitaba que le
aparcásemos el coche o cualquier otra cosa. Pero no llegaba. Y empezamos a
ponernos nerviosos.
El padre de la novia salió dos veces. El cura también. Y
Antonio no llegaba.
A la media hora, la novia se fue llorando con su familia. Y
nosotros nos quedamos sin saber que hacer.
No fue hasta por la tarde cuando nos enteramos de lo que
había pasado. Un camión de basura había perdido los frenos bajando desde la
parte alta de la ciudad y se había llevado por delante a Antonio. Sus padres se
habían salvado por los pelos, pero él no.
La verdad es que siempre recordaré con cariño a Antonio,
porque, aunque desgraciado, era buen tío. Lo que pasa es que sólo se le ocurriría
a él casarse un martes.
Y ese mismo día tenían pensado salir de luna de miel en un
crucero. Menos mal que murió por la mañana, porque la tragedia hubiese sido aún mayor.
JL Llorente
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