domingo, 9 de junio de 2013

Y sin lavar el pelo

Su pelo rizado estaba anudado en una pequeña coleta en su nuca, probablemente porque llevaba muchos días sin lavárselo. Pero en una estación espacial el agua es un bien muy escaso y una cabellera tan hermosa, si se me permite la expresión, como la suya, para estar adecuadamente cuidada, requiere enormes recursos.

Pero lo que más me llamó la atención fue su mirada, por su intensidad. Sus hermosos ojos verdes indicaban, resolución y una cierta fiereza. Y ambas cosas me las demostró enseguida, cuando, tras un pequeño gesto apoyando la mano en el taser que llevaba en el cinturón, me dijo que caminase delante de ella, y que siguiese estrictamente todas sus instrucciones.

Así me condujo hacia la escotilla de emergencia y me ordenó entrar. Y, por supuesto, obedecí.

- Voy a cerrar la compuerta interior y a abrir la exterior. Ya sabes lo que va a pasar a continuación.

- Me lo puedo imaginar – le dije.

- Este acto y sus consecuencias se hacen en cumplimiento de ...

- ¡Ahórrate el rollo, que ya me lo sé! Si me quedan unos segundos de vida, porque estoy seguro de que querrás ser puntual con tus obligaciones, prefiero gastarlos en hablar un momento contigo. Y además quiero pedirte un último favor.

- No puedo hablar contigo de nada que no esté relacionado con la función que estoy ejecutando. Y lo sabes. Toda esta conversación está siendo grabada. Por favor, acércate a la compuerta exterior.

Retrocedí dos pasos hasta pegar mi espalda a la compuerta exterior, pero antes de que ella cerrase la interior volví a hablar.

- Y ¿sobre el último favor que te pido?

- Seguramente tampoco podré hacerlo. Es la hora y tengo que cerrar la compuerta ya.

Entonces le hice unos gestos y, mientras se cerraba la compuerta interior, vi como se soltaba la coleta y se ahuecaba el pelo. Su linda melena rizada y roja, aunque estuviese sin lavar, fue lo último que vi cuando se abrió la compuerta exterior antes de que mis ojos se desprendiesen de mi cara al salir al vacío.

Antes de perder la consciencia aún me dio tiempo a pensar en que mi última voluntad, realmente, era besarla.


JL Llorente

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