El cohete de mi abuelo estaba hecho polvo. Pese a las
mejoras que se le habían hecho en los últimos cuarenta años, estaba jodido pa’vino,
como suele decirse. Los abuelos, y sobre todo, la abuela Urania, lo habían
rediseñado varias veces. Lo habían ampliado para habilitarlo para nuevos habitantes
(ya éramos ciento cincuenta y seis a bordo) según pasábamos por distintos
planetas y, en cada uno de ellos, distintos individuos se nos unían a la
tripulación.
La gran ampliación de la nave se hizo en Isla Verde, en la
constelación de Orión, tras otro Warp-8, donde encontramos un Vert-LeroyMerlin.
Los abuelos construyeron dos módulos adicionales al cohete. Y prepararon la
nave para que fuese capaz de crecer exponencialmente.
En la Isla Verde se unieron nuevos miembros a la tripulación.
Y también en la Isla Amarilla y en la Isla Roja. Se entrecruzaron y generaron
descendencia, aparte de disfrutar, especialmente, de los intentos de generarla.
Después de Isla Roja, los abuelos encontraron un agujero de
gusano, o wormhole. A estas alturas, ya deberíais saber que es, pero como seguís
sin estudiar os diré que también se conoce como “puente de Einstein-Rosen”, con
lo cual os los aclararé completamente: si el warp te manda a tomar por el saco,
el wormhole, te manda a tomar por el culo. Y tampoco sabes adonde llegas.
Así, el cohete de mi abuelo llegó a Isla Violeta. Era el quinto
planeta de un sol de clase M en la galaxia de Andrómeda. Allí nací yo, pero eso
no es muy importante, y aunque me siento orgulloso de nacer allí, hubiese
preferido nacer, por ejemplo, en Orión. Pero es lo que hay. Sólo los de Bilbao nacen
donde les da la gana, y yo no soy de Bilbao.
A lo que vamos. En Isla Violeta encontramos un Sky-MediaMark
en el que mis abuelos renovaron toda la infraestructura digital (en otro cuento
entraré en los detalles) del cohete.
Vamos ahora a contar el pifóstio (para los que no conozcan
la palabra asturiana una traducción simple es: un lío de la hostia) que teníamos
en la nave cuando yo nací, y como fuimos resolviéndolo poco a poco.
En las paradas anteriores, en las distintas Islas de
diversos colores, los abuelos habían incorporado más y más tripulantes que se
habían entremezclado entre sí, generando descendencia y disfrutando de todos
los intentos, fallidos o no.
Después de Isla Violeta llegamos a Isla Naranja. Y nos
encontramos con, prácticamente, el Jardín del Edén. Unas playas maravillosas de
arena blanca y aguas transparentes, un clima perfecto, y unos indígenas
islanaranjitos encantadores.
Entonces, mis abuelos, a los que llamábamos los Fundadores,
decidieron quedarse a vivir allí, porque era mucho mejor que Benidorm. Bueno, aún
no había contado que yo era descendiente de los cuatro Fundadores: Alberto,
Urania, Anita y Armando. O sea, humano-islazulino de pura cepa. Otros miembros
de la tripulación eran humano-verdianos, humano-rojizos (también llamados homovermellones),
verdazulinos, etcétera.
Les dejamos a los abuelos un suficiente suministro de tuercas
Maelstrom y tornillos Trondheim para asegurar su vejez sin problemas y
construimos nuevas lanzaderas y un cohete-estación aún más grande. Luego el
abuelo Alberto, decidió delegar su mando, si se podía llamar así, en la segunda
generación, y me nombró, de nuevo si se podía llamar así, capitán de la nave.
La verdad es que el nombramiento no tenía mucha importancia,
porque en la nave mandábamos todos, o ninguno. Nadie tomaba decisiones sin
acuerdo de los demás. Y normalmente todos estábamos de acuerdo. Al convivir juntos
personas de distintos planetas y galaxias, nos habíamos acostumbrado a escuchar
los distintos planteamientos y puntos de vista, a respetarlos, a discutirlos
educadamente y a comprenderlos. Y luego decidir en consecuencia y llegar a un
acuerdo. No teníamos la visión restringida, por ejemplo, de las Regiones Autónomas
de Isla Azul.
Esta vez decidimos darle nombre a nuestro nuevo hogar para
los siguientes años y le llamamos CASA (por la filial de EADS). Tampoco era muy
original, pero no se nos ocurrió nada mejor.
Con las incorporaciones de algunos islanaranjitos a nuestra
tripulación, nuestro nuevo CASA volvió a lanzarse al espacio profundo. En
cuanto pusimos el motor iónico y entramos en warp-6, puse el piloto automático
y me dispuse a intentar generar descendencia con mi compañera verdevermella.
JL Llorente
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