domingo, 28 de abril de 2013

Isla Azul a babr: Siguiente generación


El cohete de mi abuelo estaba hecho polvo. Pese a las mejoras que se le habían hecho en los últimos cuarenta años, estaba jodido pa’vino, como suele decirse. Los abuelos, y sobre todo, la abuela Urania, lo habían rediseñado varias veces. Lo habían ampliado para habilitarlo para nuevos habitantes (ya éramos ciento cincuenta y seis a bordo) según pasábamos por distintos planetas y, en cada uno de ellos, distintos individuos se nos unían a la tripulación.

La gran ampliación de la nave se hizo en Isla Verde, en la constelación de Orión, tras otro Warp-8, donde encontramos un Vert-LeroyMerlin. Los abuelos construyeron dos módulos adicionales al cohete. Y prepararon la nave para que fuese capaz de crecer exponencialmente.

En la Isla Verde se unieron nuevos miembros a la tripulación. Y también en la Isla Amarilla y en la Isla Roja. Se entrecruzaron y generaron descendencia, aparte de disfrutar, especialmente, de los intentos de generarla.

Después de Isla Roja, los abuelos encontraron un agujero de gusano, o wormhole. A estas alturas, ya deberíais saber que es, pero como seguís sin estudiar os diré que también se conoce como “puente de Einstein-Rosen”, con lo cual os los aclararé completamente: si el warp te manda a tomar por el saco, el wormhole, te manda a tomar por el culo. Y tampoco sabes adonde llegas.

Así, el cohete de mi abuelo llegó a Isla Violeta. Era el quinto planeta de un sol de clase M en la galaxia de Andrómeda. Allí nací yo, pero eso no es muy importante, y aunque me siento orgulloso de nacer allí, hubiese preferido nacer, por ejemplo, en Orión. Pero es lo que hay. Sólo los de Bilbao nacen donde les da la gana, y yo no soy de Bilbao.

A lo que vamos. En Isla Violeta encontramos un Sky-MediaMark en el que mis abuelos renovaron toda la infraestructura digital (en otro cuento entraré en los detalles) del cohete.

Vamos ahora a contar el pifóstio (para los que no conozcan la palabra asturiana una traducción simple es: un lío de la hostia) que teníamos en la nave cuando yo nací, y como fuimos resolviéndolo poco a poco.

En las paradas anteriores, en las distintas Islas de diversos colores, los abuelos habían incorporado más y más tripulantes que se habían entremezclado entre sí, generando descendencia y disfrutando de todos los intentos, fallidos o no.

Después de Isla Violeta llegamos a Isla Naranja. Y nos encontramos con, prácticamente, el Jardín del Edén. Unas playas maravillosas de arena blanca y aguas transparentes, un clima perfecto, y unos indígenas islanaranjitos encantadores.

Entonces, mis abuelos, a los que llamábamos los Fundadores, decidieron quedarse a vivir allí, porque era mucho mejor que Benidorm. Bueno, aún no había contado que yo era descendiente de los cuatro Fundadores: Alberto, Urania, Anita y Armando. O sea, humano-islazulino de pura cepa. Otros miembros de la tripulación eran humano-verdianos, humano-rojizos (también llamados homovermellones), verdazulinos, etcétera.

Les dejamos a los abuelos un suficiente suministro de tuercas Maelstrom y tornillos Trondheim para asegurar su vejez sin problemas y construimos nuevas lanzaderas y un cohete-estación aún más grande. Luego el abuelo Alberto, decidió delegar su mando, si se podía llamar así, en la segunda generación, y me nombró, de nuevo si se podía llamar así, capitán de la nave.

La verdad es que el nombramiento no tenía mucha importancia, porque en la nave mandábamos todos, o ninguno. Nadie tomaba decisiones sin acuerdo de los demás. Y normalmente todos estábamos de acuerdo. Al convivir juntos personas de distintos planetas y galaxias, nos habíamos acostumbrado a escuchar los distintos planteamientos y puntos de vista, a respetarlos, a discutirlos educadamente y a comprenderlos. Y luego decidir en consecuencia y llegar a un acuerdo. No teníamos la visión restringida, por ejemplo, de las Regiones Autónomas de Isla Azul.

Esta vez decidimos darle nombre a nuestro nuevo hogar para los siguientes años y le llamamos CASA (por la filial de EADS). Tampoco era muy original, pero no se nos ocurrió nada mejor.

Con las incorporaciones de algunos islanaranjitos a nuestra tripulación, nuestro nuevo CASA volvió a lanzarse al espacio profundo. En cuanto pusimos el motor iónico y entramos en warp-6, puse el piloto automático y me dispuse a intentar generar descendencia con mi compañera verdevermella.


JL Llorente

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