lunes, 1 de abril de 2013

Cuento 29: Se hace más daño cuando se hace desde más cerca


Cuando tenía ocho años y vivía en mi barrio obrero con las calles sin asfaltar, formamos una pandilla de cinco amigos. El mayor Valeriano “Vale” tenía diez, y era el jefe. Luego iba yo. Luis tenía también ocho, como Mariano, y Manolo, el hermano pequeño de Mariano, tenía seis.

Entonces jugábamos al balón, que no al futbol. Teníamos una pelota y un portón cerrado de un taller que usábamos como portería. El menos hábil, que siempre era Manolo, terminaba de portero. De vez en cuando las vecinas del taller nos echaban la bronca por el ruido de los balonazos contra el portón, pero no les hacíamos caso.

También saltábamos a las casas abandonadas que había en el barrio. Una vez me clavé una barra de hormigón armado y me tuvieron que poner la vacuna del tétanos. Otras veces trepábamos sobre viejos techos de Uralita que estaban a punto de romperse. Éramos niños felices y explorábamos el pequeño mundo que estaba a nuestro alcance.

Un día cualquiera, por algún motivo que no recuerdo, Vale se enfadó con Manolo, y Mariano le defendió. Luis apoyó a Vale. Y Vale ya iba a pegar a Manolo, cuando, sin saber porqué, me interpuse. Y les dije a Manolo y a Mariano que corriesen. Luego salí corriendo también detrás de ellos.

Vale y Luis nos empezaron a tirar piedras, pero nos escondimos detrás de una esquina. Los dos hermanos también tiraban piedras, pero no tenían fuerza para llegar hasta donde estaban Vale y Luis.

Vale y Luis empezaron a acercarse y entonces yo cogí una piedra grande del suelo, de casi cuatro centímetros. Salí de la esquina y la lancé con toda mi fuerza, y acerté en la frente de Vale.

Vale se echó a llorar y salió corriendo con Luis. Manolo y Mariano me felicitaron, pero yo me sentía muy triste.

Nunca más se volvió a juntar la pandilla, y poco después dejamos de vernos. Ya de adolescentes supe que Vale se metió en temas de droga y más tarde acabó en la cárcel. De Luis, Manolo y Mariano tampoco supe más porque cambiaron de barrio.

Pero lo peor, fue descubrir que yo podía emplear la violencia. Y descubrirlo tan joven, siendo un niño fue muy doloroso. Esa violencia, que aunque sea justificada, no deja de ser violencia, y crea daño a otros, luego no puede ser justa.

Hasta ahora yo no he vuelto a ejercer ningún acto violento, creo, contra otra persona. Y si hago alguno, espero que sea solo contra mí mismo.

(Basado en hechos reales, pero no importa cuando o dónde)

JL Llorente

No hay comentarios:

Publicar un comentario