Cuando tenía
ocho años y vivía en mi barrio obrero con las calles sin asfaltar, formamos una
pandilla de cinco amigos. El mayor Valeriano “Vale” tenía diez, y era el jefe. Luego
iba yo. Luis tenía también ocho, como Mariano, y Manolo, el hermano pequeño de Mariano,
tenía seis.
Entonces jugábamos al balón, que no al futbol. Teníamos una
pelota y un portón cerrado de un taller que usábamos como portería. El menos hábil,
que siempre era Manolo, terminaba de portero. De vez en cuando las vecinas del
taller nos echaban la bronca por el ruido de los balonazos contra el portón,
pero no les hacíamos caso.
También saltábamos a las casas abandonadas que había en el
barrio. Una vez me clavé una barra de hormigón armado y me tuvieron que poner la
vacuna del tétanos. Otras veces trepábamos sobre viejos techos de Uralita que
estaban a punto de romperse. Éramos niños felices y explorábamos el pequeño
mundo que estaba a nuestro alcance.
Un día cualquiera, por algún motivo que no recuerdo, Vale se
enfadó con Manolo, y Mariano le defendió. Luis apoyó a Vale. Y Vale ya iba a
pegar a Manolo, cuando, sin saber porqué, me interpuse. Y les dije a Manolo y a
Mariano que corriesen. Luego salí corriendo también detrás de ellos.
Vale y Luis nos empezaron a tirar piedras, pero nos
escondimos detrás de una esquina. Los dos hermanos también tiraban piedras,
pero no tenían fuerza para llegar hasta donde estaban Vale y Luis.
Vale y Luis empezaron a acercarse y entonces yo cogí una
piedra grande del suelo, de casi cuatro centímetros. Salí de la esquina y la
lancé con toda mi fuerza, y acerté en la frente de Vale.
Vale se echó a llorar y salió corriendo con Luis. Manolo y
Mariano me felicitaron, pero yo me sentía muy triste.
Nunca más se volvió a juntar la pandilla, y poco después
dejamos de vernos. Ya de adolescentes supe que Vale se metió en temas de droga
y más tarde acabó en la cárcel. De Luis, Manolo y Mariano tampoco supe más
porque cambiaron de barrio.
Pero lo peor, fue descubrir que yo podía emplear la violencia.
Y descubrirlo tan joven, siendo un niño fue muy doloroso. Esa violencia, que aunque sea
justificada, no deja de ser violencia, y crea daño a otros, luego no puede ser
justa.
Hasta ahora yo no he vuelto a ejercer ningún acto violento,
creo, contra otra persona. Y si hago alguno, espero que sea solo contra mí mismo.
(Basado en hechos reales, pero no importa cuando o dónde)
JL Llorente
No hay comentarios:
Publicar un comentario