domingo, 31 de marzo de 2013

Cuento 28: Sistema del hombre muerto

El sistema, o mecanismo, del hombre muerto se empleó por primera vez en los ferrocarriles, para evitar que un tren siguiese a su velocidad (supongo que sabéis que la velocidad de los trenes se fija con las manos, y no con los pies, como el acelerador de los coches) si el maquinista no estaba en su puesto. Es decir, y para ser más claro, si el maquinista moría o, simplemente se dormía, se distraía, o no estaba en condiciones de hacer su trabajo.

El sistema requiere que el maquinista (y a partir de ahora diré el conductor) presione con el pié periódicamente un pedal, entre cinco y treinta segundos, dependiendo de la velocidad del vehículo. Si el conductor no lo hace, suena una primera alarma sonora y aguda, que debería despertarle, por ejemplo, si estuviese dormido. Si no hay reacción a esa alarma, el vehículo se detiene, ya que el sistema deduce que no tiene conductor.

El cuerpo humano, curiosamente, tiene implantado también ese mecanismo. Si no presionas el pedal vital cada cierto tiempo, primero suena una alarma. Personalmente puedo decir que ya me han sonado más de una. Una molestia, un dolor raro, cansancio, dejadez, abulia…

He oído la alarma y he vuelto a presionar el pedal, pero puntualmente. Ya no me siento con la posibilidad de conducir mi vida.

Y el problema está en que presionar el pedal vital depende de dos habilidades. Una es la voluntad. Otra la capacidad. Cuando una es floja y la otra tenue es muy difícil presionar el pedal cada unos pocos segundos.

Así que, estoy seguro de que, pronto, este inteligente mecanismo que tiene mi cuerpo va a funcionar correctamente frenando mi vida y evitando un accidente más grave.

JL Llorente

1 comentario:

  1. (Si el beso en los labios en la sala de reuniones es cierto, entonces se cumple eso de que la realidad supera la ficción. A esa controladora de trayectorias yo la quiero -como tu-, pero ella a mi no. Una pena).
    Y volviendo a este contra cuento:

    Hace un par de años tuve una serie de pequeñas experiencias de las que aprendí mucho. Fue durante un fin de semana que estuve ejerciendo de cocinero voluntario en el grupo de scouts de mis hijos. Y te cuento una de esas micro-experiencias.

    Después de la cena del primer día, había que recoger un comedor enorme: un montón de mesas, sillas, bancos, fregar platos, cubiertos, barrer y fregar el suelo.... Yo, con mis prejuicios pensé "dios, voy a tener que trabajara durante horas, yo solo, mientras esta pandilla de jóvenes (de las edades de mis hijos), se dedican a jugar, cantar o tocar la guitarra". Y la experiencia fue, que ocurrió justo lo que yo pensaba imposible. Los scouters (monitores) repartieron el trabajo entre todo el grupo. Todos, todos, tenían una labor. Sorprendentemente, terminamos en 15 min.
    Soy matemático y sé dividir, el esfuerzo de trabajo no es lo mismo que el plazo. Pero mis prejuicios me dictaban que los jóvenes y niños no iban a participar tan activamente.

    Un trabajo que en principio me parecía costoso, se convirtió en una experiencia fenomenal cuando vi lo FACIL que era lo que había que hacer cuando se hizo entre todos.

    Mi problema era que pensaba que YO era el responsable de pisar ese pedal. Y solo YO podía pisar ese pedal. Prejuicios y prejuicios, siempre nos llevan a lo peor.

    Pensemos en un maquinista cansado sin fuerzas ni ganas. Ni quiere, ni puede. Pero es que ese tren no va a descarrilar, porque seguro que hay pasajeros voluntarios que están deseando pulsar el pedal y darle un vaso de agua al maquinista para que recupere fuerzas y ayudarle. Solo hay que enseñarles como hacerlo. Decirles lo que hay que hacer, nada más. Nada más fácil y que funcione tan bien.

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