Era una chica muy
joven, de poco más de veinte años. Pero estoy casi seguro de que era igual de
como eras tú veinte años atrás.
El pelo era quizás
algo más rubio, pero igual de rizado. La misma mirada inteligente. La misma
bonita figura y, también el mismo estilo de vestir, suficientemente discreto y
a la vez atractivo, y salvando la distancia que implica el cambio de las modas
con el tiempo.
Traté de no ser molesto
y no mirar mucho hacia ella. Pero era mi subconsciente el que controlaba mis
ojos, y los dirigía hacia ella cada pocos minutos, sin que yo pudiese evitarlo.
Decidí echarle una
mirada final y cortar con este juego insano que me estaba alterando. Pero, en
ese momento, ella miró hacia a mí y te sentí en su mirada. Era como si
estuvieses en su lugar.
Y entonces me
acordé de todas aquellas experiencias de tantos años. De tantos recuerdos,
caricias, risas y alegrías; también de alguna pena, o disgusto, o discusión; de
aquel cariño que nunca acabó y sigue conmigo. De la vida que habíamos pasado
juntos.
Ella se fue poco
después. Y volví a pensar en ti. Entonces recordé que nunca nos habíamos
conocido y que solo eras un producto de mi imaginación. Tú eras mi sueño y ella
era tu imagen.
Me alegré mucho al
darme cuenta de que los sueños se pueden hacer realidad.
JL Llorente
No hay comentarios:
Publicar un comentario