Cuento 27: Post-divorcio
Son las siete de la mañana y me levanto sólo, como desde
hace tres años, de la cama. Empieza en dos horas mi turno. Cada vez necesito más
tiempo para poner en orden mi cuerpo y mi cerebro. Es una cuestión de edad.
A las nueve tengo que entrar en mi puesto de trabajo de
controlador de trayectoria. Es un puesto simple, pero a la vez importante, para
que los pilotos puedan hacer los ajustes que sólo ellos pueden hacer, y la nave
siga su rumbo. Ese rumbo que tiene un destino que, por supuesto yo no conozco,
pero que tampoco lo tienen los pilotos.
Sólo los mandos superiores, a los que vemos un par de veces
cada trimestre, salvo que haya alguna urgencia, tienen alguna idea de nuestro
objetivo final. Lo más curioso es que ese objetivo, plenamente definido por los
mandos superiores en sus reuniones plenarias, varía en la siguiente reunión.
Os explico todo esto porque esta situación hace más difícil mi
trabajo. Como controlador de trayectoria, tengo la obligación, y también la
responsabilidad, de calcular las opciones óptimas de consumo de combustible,
rumbos, inercias explotables, y también de riesgos y alternativas.
Luego hago un informe con las diferentes opciones y los
pilotos, previa consulta con los mandos superiores, toman las decisiones.
Volvamos al principio. Aún son las ocho. Ya me he duchado y
tomo un café poniendo en orden mi equipo de trabajo antes de ir a mi puesto.
Y vuelvo a sentirme sólo.
Mi mujer se divorció de mí hace tres años. Por diversas
razones que no vienen al caso, pero que fueron plenamente aceptadas por el
tribunal que las evaluaba. La principal: frialdad emocional. Ese es uno de los
principales argumentos para solicitar un divorcio según las leyes de la nave. Por
supuesto, tuvo la delicadeza de no acusarme de falta de empatía, que sería una
acusación falsa, y sobre todo, injusta.
Eso no supone que acepte la verdad de la sentencia. Pero es
más fácil demostrar la frialdad emocional que demostrar lo contrario. Y mis
habilidades relacionales están a la baja. Bueno, yo diría que todas mis
habilidades están a la baja, quizás con la excepción de mi habilidad de cálculo,
pero empiezo a tener serias dudas también de esto último.
Mientras acabo de dirigirme a mi puesto de controlador, me encuentro
con mi compañera de trabajo. Últimamente es la persona con la que más hablo.
Casi diría que es con la única persona con la que últimamente hablo. Desde el
divorcio me he vuelto huraño. Tampoco ella es muy simpática, pero de algún modo
hemos congeniado. Ella es controladora también y está en el mismo turno que yo.
Charlamos durante al camino a nuestro puesto de trabajo sobre
los cambios de rumbo que tendremos hoy, de la mala leche que tienen los pilotos
cada vez que les decimos que tienen que cambiar el rumbo, y de los constantes
cambios de objetivo que nos fijan los mandos superiores.
Ya son las nueve y ambos hacemos los relevos a nuestros
compañeros de turno. Comprobamos los cálculos anteriores y empezamos a hacer
los nuestros. Todo va bien. Eso nos da un poco tiempo libre y seguimos la
charla anterior, criticando la gestión de la nave.
De pronto suena una alarma. Se ha detectado un mesometeorito
en trayectoria directa contra la nave.
La nave tiene suficientes sistemas para detectar meteoritos
suficientemente grandes con mucha antelación. Y suficientes blindajes físicos y magnéticos para
que los micrometeoritos no sean más que un problema de mantenimiento rutinario.
El problema es con los intermedios; difíciles de detectar
con tiempo y capaces de crear un gran daño en caso de impacto.
Mi compañera y yo empezamos a calcular trayectorias y necesidades
de impulso, mientras los pilotos nos apremian sobre los condicionamientos de
inercia de la nave y sus requerimientos de tiempo de maniobra. Ya empezan a
sonar por nuestros auriculares más apremios de los mandos superiores, cada vez
más urgentes. A las nueve y cuarto están todos los cálculos hechos.
- No tenemos tiempo para virar y alejarnos
- No
- Pero sí para pasar por debajo
- Decelerando al máximo
- Sí
- Plantéalo
- No me atrevo. Pensarán que estamos locos. Plantéalo tú
Proponemos la trayectoria y, durante varios segundos, ni los
pilotos ni los mandos superiores contestan. Después, se da la orden de
ejecutar la trayectoria.
A las once, el meteorito pasa sobre nosotros. Y es mi ex-esposa
la que nos viene a felicitar personalmente por nuestro trabajo media hora más
tarde, y en representación de los mandos superiores.
Después de que mi compañera de trabajo se lo agradece y
se va, mi mujer me pide que volvamos a casarnos. Le pido que antes retire
la acusación de frialdad emocional, y cuando dice que sí le doy un beso en los
labios.
….
Y, por supuesto, acepto!!
.....
¡Qué dulce puede ser la ciencia-ficción!
JL Llorente
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