domingo, 19 de mayo de 2013

Justicia escasa

La generosidad era un lujo que se podía permitir, pero el modo en que la administraba se confundía a veces con la caridad. Y esa fué la primera pista que nos condujo a su detención.

Todo el mundo estaba de acuerdo en que era una persona generosa, cuando luego, pero tras un gran esfuerzo de investigación, pudimos comprobar que no lo era en absoluto. Símplemente lo aparentaba.

Cuando descubrimos su engaño ya era tarde para muchos. Ya había hecho mucho daño y a muchas personas.

Tras su detención se mantuvo firme durante casi tres horas. Pero al final confesó y nos cantó La Traviata de un tirón. Y casi con satisfacción de sus logros.

Llevaba una doble vida desde hacía muchos años. Lucía su perfecta imagen de buena persona en público mientras buscaba sus víctimas y su maldad rugía en su interior. Y cuando encontraba a la víctima más adecuada se abalanzaba sobre ella y la desmembraba con la eficacia de un maestro carnicero. Su precisión estaba basada en el uso de una metodología que seguía a rajatabla.

Nos contó que lo más importante era asegurarse de que la víctima no tenía que prever, ni de lejos, de dónde podía llegar el ataque. Y usar su generosidad bien administrada era el mejor instrumento para conseguir una confianza absoluta de los que se convirtieron en sus víctimas.

Y después venía el golpe brutal, destructivo, de una sola vez. Esa bomba emocional en el centro del cerebro, que producía una víctima segura, y muchas veces, otras colaterales. Pero de sus víctimas colaterales nunca pudimos acusarla.

Con las pruebas que conseguimos y su declaración, el Juez de Delitos Emocionales la condenó a muerte en la silla eléctrica.

Y me pareció una pena injusta, ... por escasa.

JL Llorente

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