lunes, 13 de mayo de 2013

La importancia de respirar profundamente


Cuando mi esposa me dijo, tras acabar de cenar, que quería que nos divorciásemos, lo primero que sentí fue sorpresa. Durante unos momentos me quedé simplemente con la boca abierta, y luego, tras respirar profundamente, lo único que se me ocurrió fue sonreír.

Tampoco fue una respuesta muy inteligente, pero al menos sí fue sorprendente para ella. Respiré profundamente de nuevo y le pregunté el porqué de su petición, por llamarla de algún modo, ya que el tono de su voz reflejaba más bien una exigencia.

Ella expuso una lista muy larga de motivos, bien argumentados y casi podríamos decir que bien documentados, que no eran refutables, ni en conjunto, ni uno por uno. No pude hacer otra cosa que asentir ante cada uno de ellos.

Volví a respirar para mantener la calma, ya que cada vez estaba más angustiado. También noté que ella estaba más alterada, pues aunque tenía completamente preparado su discurso, no le era fácil expresarlo.

Después de aceptar todos sus motivos, y respirar de nuevo, le hice una sola pregunta:

- Ya me has dicho el porqué y lo entiendo, pero no me has dicho el para que.

- No te entiendo.

- ¿Para qué te quieres divorciar?

Entonces fue ella la que respiró profundamente, se apoyó más atrás en la silla, y sonrió.

- No hay un para que. ¡No pienses cosas raras!

- Y entonces, al no haber un para que, ¿no sería más fácil corregir los porqués en vez de meternos en este lío?

Los dos volvimos a respirar profundamente y al mirarnos a los ojos no pudimos evitar sonreír. Me levanté de la silla y le dí un beso, y nos fuimos a dormir, porque la discusión nos había cansado mucho a los dos.

Pero antes de dormirme tuve que volver a respirar profundamente varias veces.

JL Llorente

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