Ahí está la diferencia entre la morriña gallega y la saudade
portuguesa. La segunda es siempre triste, pero la primera no.
Cuando te sientes melancólico no es necesario sentirte
triste y negativo. Al contrario, puedes sentirte esperanzado y alegre, e
imaginar ese momento en que volverás a encontrar ese lugar, o a esa persona, o a
esa cosa que quieres recuperar, o a que te vuelva a pasar eso que siempre
deseaste que te volviese a ocurrir, y estás en esa situación en la que anhelas
que se repita tu anhelo de nuevo (me encanta ser redundante conmigo mismo).
Y cuando esa melancolía se aferra a tus esperanzas, es uno
de los sentimientos más positivos y creativos que puedes tener, aunque no lo
creas. Y es el que te eleva sobre todas esas nubes negras, sobre esos
cumulonimbos que amenazan tormenta, que van formando la típica forma de yunque
y que luego dejarán una granizada sobre el suelo, porque más que yunques son
martillos. Pero que cuando pasas por encima de ellos ves el cielo despejado de
nuevo.
Y es entonces cuando sientes que esa melancolía esperanzada,
esa morriña, puede convertirse en felicidad en algún momento. Por poner un
ejemplo fácil, es cuando sientes y sabes que volverás a Galicia algún día y sólo piensas que se te hace largo el tiempo que te queda por llegar.
Pero, muy a menudo, en medio del cielo azul y despejado, muy
por encima de las nubes de tormenta que tienes debajo, tu globo, tu maravilloso
globo aerostático en el que vuelas, en el que has subido al cielo, se pincha.
Y cuando tu globo se pincha ya sabes lo que te toca. Que te
caes, y no sólo tú si no también el globo, y todo el equipo, y todos tus anhelos largamente
anhelados (redundo como un burro que rebuzna).
Por eso, y teniendo en cuenta que he pasado por situaciones
parecidas más de una vez, (aunque nunca me he subido en un globo aerostático,
todo hay que decirlo) entiendo también el enfoque portugués de la saudade, que no
contempla fútiles esperanzas y consiste en una melancolía simple y nítida. Pero
también más realista: quizás no vuelvas a Lisboa nunca.
De todos modos, como tengo sangre gallega, nunca dejaré de
sentir morriña, … por ella. Y nunca aceptaré la saudade.
Aunque nunca vuelva a verla, siempre mantendré la esperanza de volver a encontrarla.
JL Llorente
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