jueves, 23 de mayo de 2013

Morriña y saudade en un globo

La melancolía no siempre es un sentimiento negativo. A veces tiene un punto de alegría y esperanza. Porque recordar sucesos, lugares, personas o cosas que es difícil que vuelvas a ver, no es intrínsecamente malo.

Ahí está la diferencia entre la morriña gallega y la saudade portuguesa. La segunda es siempre triste, pero la primera no.

Cuando te sientes melancólico no es necesario sentirte triste y negativo. Al contrario, puedes sentirte esperanzado y alegre, e imaginar ese momento en que volverás a encontrar ese lugar, o a esa persona, o a esa cosa que quieres recuperar, o a que te vuelva a pasar eso que siempre deseaste que te volviese a ocurrir, y estás en esa situación en la que anhelas que se repita tu anhelo de nuevo (me encanta ser redundante conmigo mismo).

Y cuando esa melancolía se aferra a tus esperanzas, es uno de los sentimientos más positivos y creativos que puedes tener, aunque no lo creas. Y es el que te eleva sobre todas esas nubes negras, sobre esos cumulonimbos que amenazan tormenta, que van formando la típica forma de yunque y que luego dejarán una granizada sobre el suelo, porque más que yunques son martillos. Pero que cuando pasas por encima de ellos ves el cielo despejado de nuevo.

Y es entonces cuando sientes que esa melancolía esperanzada, esa morriña, puede convertirse en felicidad en algún momento. Por poner un ejemplo fácil, es cuando sientes y sabes que volverás a Galicia algún día y sólo piensas que se te hace largo el tiempo que te queda por llegar.

Pero, muy a menudo, en medio del cielo azul y despejado, muy por encima de las nubes de tormenta que tienes debajo, tu globo, tu maravilloso globo aerostático en el que vuelas, en el que has subido al cielo, se pincha.

Y cuando tu globo se pincha ya sabes lo que te toca. Que te caes, y no sólo tú si no también el globo, y todo el equipo, y todos tus anhelos largamente anhelados (redundo como un burro que rebuzna).

Por eso, y teniendo en cuenta que he pasado por situaciones parecidas más de una vez, (aunque nunca me he subido en un globo aerostático, todo hay que decirlo) entiendo también el enfoque portugués de la saudade, que no contempla fútiles esperanzas y consiste en una melancolía simple y nítida. Pero también más realista: quizás no vuelvas a Lisboa nunca.

De todos modos, como tengo sangre gallega, nunca dejaré de sentir morriña, … por ella. Y nunca aceptaré la saudade. 

Aunque nunca vuelva a verla, siempre mantendré la esperanza de volver a encontrarla.

JL Llorente

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