Ya sé que soy un mal compositor y un peor ejecutante. Pero
no por ello tienes que disparar contra mí. Sobre todo cuando he hecho todo lo
posible por seguir tocando, con mi poca habilidad, todos los días, e intentando
a veces componer alguna canción, que casi siempre acaba en un papel arrugado
en una papelera.
Pero llegar al extremo de dispararme sin avisar me parece un
poco excesivo. No fue para tanto la ofensa que te hice, que aún no sé cual es,
y mucho menos para que me disparases por la espalda, sin opción de defenderme.
Estoy seguro de que en el último momento tu mano dudó. Y fue
ella, tu mano, la que decidió no matarme, porque era un blanco fácil a esa
distancia. Se lo agradeceré sólo un poco, porque hubiese sido la solución más fácil
para ti, y para mí también.
Pero este es el sino del pianista: víctima propiciatoria en cualquier
disputa, propia o ajena. Y cuando es ajena es más fácil, porque simplemente es
una bala perdida la que te mata. Y no sé porqué siempre nos aciertan a los de
nuestra profesión, pero es un hecho comprobado estadísticamente, y reflejado fielmente
en los viejos westerns (cuando yo era joven se llamaban películas de vaqueros; y ahora ya no queda bien usar esos términos; pero soy lo suficientemente viejo
para que no me importe si no está de moda), sobre todo en los de antes de los años cincuenta del
siglo pasado, donde siempre moría algún pianista en la película.
Pero ni siquiera en una película de vaqueros he visto un
disparo tan intencionado contra un miembro de nuestro gremio. Hasta Polanski
evitó una escena tan atroz (sobre todo para la víctima), aunque el gueto de
Varsovia era un sitio mucho más brutal que el lejano oeste, y el que llevaba la pistola era un nazi con todas las letras. Luego me queda
claro que lo tuyo fue una disputa propia, y la bala tenía toda la intención de matar.
Menos mal que tu mano tuvo la suficiente sensatez. O quizás sea mejor decir que esa
bondad, que tenías hace tiempo, se mantuvo en tu mano, después de que cambiases y decidieses que era mejor matarme.
Por ello me gustaría que me permitieses besar esa mano por
una sola vez. Y luego, si quieres me puedes matar con la otra mano. Con un poco de suerte esa mano también ha cambiado y tenemos una solución rápida.
(banda sonora del cuento: http://www.youtube.com/watch?v=G5bJHUFcWTQ)
JL Llorente
No hay comentarios:
Publicar un comentario