Por eso tenemos tanta ansiedad. Lo oí el otro día en la
televisión.
No es que la ansiedad me la provoque el riesgo de perder mi
puesto de trabajo, ni mi hipoteca, ni la evolución de los estudios de mis
hijos, o las normales oscilaciones de las relaciones con mi pareja, ni los
otros problemas físicos o económicos con los que tengo que lidiar periódicamente.
No. La ansiedad me la produce el rezar poco. Y estoy seguro
de que es así, porque lo oí en la televisión. Y lo que sale en televisión es
una verdad absoluta, como todo el mundo sabe.
Pero mi problema está en que por rezar tan poco, o para ser
más exactos, no hacerlo desde hace tanto tiempo, cada vez me cuesta más. Cierto
es que hace mucho que no lo intento, más que nada porque no me he preocupado de
ese tema durante la mayor parte de mi vida. Y eso, creo, que se llama ser agnóstico,
que en griego significa, mutatis mutandis (ya sé que esto es latín y no griego, pero mi griego es más escaso aún que mi latín), que te la suda todo ese rollo.
Pero no por ello dejo de estar preocupado. En la televisión
han dicho que no rezar te produce ansiedad, y yo no quiero sufrirla. No quiero
estar angustiado y tener el riesgo de tener un infarto. No quiero provocar más
gastos a la Seguridad Social, sea por medicación, tratamientos o baja por
enfermedad, que no estamos para estos lujos, con la que está cayendo.
Por ello, he intentado volver a rezar. Pero ya no me acuerdo
de cómo se hacía. Y he pensado en pedirle consejo a una antigua amiga que reza
bastante.
El problema es que, desde que ella y yo nos enfadamos, verla
me crea ansiedad. Una ansiedad intensa, que llega casi a la angustia y me pone en riesgo de un infarto. Y eso serían costes adicionales para la Seguridad Social. Así que no puedo usar esa opción.
De todos modos nunca supe por qué rezaba tanto. ¿Sería porque
sentía ansiedad?
JL Llorente
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