domingo, 26 de mayo de 2013

La deferencia a nuestra referencia

Distinguida audiencia:

Como les ocurre a todos ustedes, yo he tenido durante mi vida a algunas personas que he tomado, en distintos momentos y de distintas formas, como referencia para mi propia vida. Algunas son próximas y las he conocido directamente; otras son muy lejanas, y nunca las he visto, ni podré verlas porque ya están muertas.

Pero a las personas que son nuestra referencia, y muy especialmente a las más próximas y cercanas, se les debe una consideración, una deferencia, un respeto, un tratamiento más personalizado y una actitud particular, distinta.

Sin embargo, casi nunca lo hacemos. Ni ustedes ni yo. Seguro que alguno de ustedes se enfada conmigo por este comentario, pero antes de gritar una obviedad o de salir de la sala, piénselo solamente durante un segundo.

Son pocas las personas que son referencias de uno en la vida. Inicialmente son los padres. Los padres han sido la referencia fundamental de todos nosotros al principio de nuestras vidas. Podríamos decir nuestra referencia originaria.

Pero eso dura sólo hasta la adolescencia. Luego los abandonamos, aunque en la madurez volvamos a recuperarlos de algún modo. Los padres son sustituidos a continuación por los amigos, pero estos van cayendo como moscas en un papel engomado y siendo sustituidos uno tras otro, cada cierto tiempo, en el periodo turbulento en el que se gesta la personalidad. Y al final quedan tres gatos. Si quedan.

Si han tenido suerte, su pareja es otra muy importante referencia. Y si han tenido mucha suerte, es una referencia permanente. Quizás esa referencia es la que más debe ser valorada, pero de la valoración hablaremos luego.

Pasada la juventud y asentada nuestra personalidad, aunque yo creo que no existen las personalidades asentadas, y además es imposible, vamos conociendo distintas personas y vamos sumándolas, y también restándolas, a nuestras referencias.

Existen personas afortunadas, y seguro que hay más de uno en esta sala, que acumulan valiosas referencias personales, las mantienen y las cuidan. Que, de algún modo, se atan a ellas y les sirven de guía, de ejemplo. No importa como lo llamemos.

Y algunas referencias son buenas para mejorar un aspecto de nuestra personalidad y son necesarias otras referencias muy distintas para construir otro aspecto. Por ello, sólo los buenos cazadores, llamémoslos así, de personas de referencia pueden construir una personalidad más compleja, con más facetas, con más matices.

No por ello son mejores personas, ¡en absoluto!. Y por ello vuelvo ahora al punto de la valoración, que abandoné antes.

Porque las personas de referencia no siempre nos dan una visión adecuada de la vida, si no simplemente su visión. Y seguimos su ejemplo, o lo que creemos que es su ejemplo. Y mucho más a menudo, sólo seguimos lo que creemos que es su ejemplo, aunque a veces lo hemos malentendido.

Y desarrollamos esa nueva faceta, que no necesariamente es positiva. Porque la valoración nunca se puede hacer desde dentro. Aunque tampoco hay que fiarse únicamente de la valoración que se hace desde fuera. 

Porque para gustos hay colores. Por ello yo siempre preferiré una esmeralda a una aguamarina, aunque sean químicamente casi idénticos, con la diferencia de que una tiene más impurezas de cromo y la otra de hierro. Pero seguramente en la sala hay otras personas con distintas opiniones y gustos, y algunos de ustedes preferirán el heliodoro amarillo, que a mí me parece horrible, excepto por su bello nombre.

Lo importante es que el cristal que somos, o tratamos de ser, todos, esté bien pulido y con todas las facetas posibles. Y para ello, ustedes y yo tenemos que coleccionar nuestras personas de referencia. Y con cada una de ellas crear nuestro nuevo matiz de nuestra personalidad.

Pero, al mismo tiempo, hay que reconocer a esas, nuestras, referencias lo que nos están aportando. Lo que nos enriquecen. Lo que nos hacen evolucionar personalmente. Y por ello, hay que, si no homenajearlas, que quizás resultara excesivo, y en muchos casos imposible, por lo menos hay que mostrarles una deferencia.

Por cerrar esta pequeña exposición, me gustaría que cada uno de ustedes tratase de recordar cuantas veces ha mostrado la adecuada deferencia a las personas que son su referencia vital. Yo ya he hecho ese ejercicio, y les puedo asegurar que me siento avergonzado de las pocas e insuficientes que han sido.

Muchas gracias por su atención y ahora me encantaría responder sus preguntas.


JL Llorente

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