viernes, 24 de mayo de 2013

Venid y vamos todos con flores a María

La vieja canción del colegio aún resonaba en mi cabeza mientras caminaba cabizbajo hacia el cementerio, y buscaba, con una cadencia continua pero con una constancia inconsciente, un cadáver que estaba bajo una losa y bien fijada al suelo con cemento (y, en ese momento mi conciencia me avisó de que tenía una obsesión con la letra "c").

Pero ese día no llevaba flores al cementerio: ni claveles de pasión, ni rosas de amor,  ni gardenias de añoranza, ni siquiera un ramo de margaritas indecisas, o una orquídea, definitivamente sincera.

No llevaba flores, pero sí cemento. Y llevaba cemento a un cementerio, lo cual puede parecer una estupidez, pero no lo es. Porque lo importante es el dónde y el cómo lo llevas.

Y yo lo llevaba en mi cabeza, envolviendo todos mis sentimientos ante cualquier amenaza externa. Pero también bloqueando cualquier impulso emocional desde dentro

El cemento es un conglomerante que contiene una mezcla de caliza y arcilla. La mezcla se calcina y el resultado (ahí está el truco) se endurece en contacto con el agua. Es mejor que la mezcla de al cal y la arena, con la que se han hecho algunos refranes. Y menos pesado que el hormigón, que incorpora grava.

Como me habían llovido muchas penas últimamente, mi cerebro, donde guardo mi sensibilidad, ya estaba bastante calcinado, y se endureció con esas lluvias, con lo que mi carcasa de cemento bloqueaba mis sentimientos, y buena parte de mis sensaciones. Lo cual me dió una gran paz espiritual al llevar un casco interno para incidentes imprevistos. ¡El cemento funcionaba!

Cuando llegué al cementerio sentí una una pesadez extraña en mi cabeza y, a la vez, me sentí muy cansado, Y, casi sin darme cuenta me puse a cavar.

No te voy a contar qué pasó después, pero ya sabes que la historia acaba con un cadáver confinado en una tumba. Y ni siquiera ne ha dado tiempo de hablar de María, porque la letra "c" me ha centrado demasiado.

Así que el final de este cuento os lo cuento otro día porque el cuento continúa.

Eso sí, intentaré usar menos la letra "c".

JL Llorente



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