viernes, 24 de mayo de 2013

Las sensaciones del octaedro truncado

El octaedro, como todos sabéis, es uno de los cinco sólidos platónicos (de Platón) y representa el agua, pero yo siempre he preferido el icosaedro, el quinto, el que representa la unidad. Y no sólo lo prefiero porque cuesta un huevo construirlo a partir de una cartulina, sino también porque se puede jugar al futbol si se le rodea de un poco de cuero de vaca alrededor.

Pero el otro día descubrí el octaedro truncado. Y empecé a pensar en qué le pasaba cuando lo truncan. Vamos, cuando lo capan. Pero, no parece mucho en principio, ya que pasa de ser un sólido platónico a un sólido arquimediano (de Arquímedes), que, para los que no os acordáis, no fue profesor de Platón, que ese fué Aristóteles.

Y entonces llega la reflexión sobre lo que siente un octaedro capado. ¿Es menos macho que el platónico? ¿Sufre? ¿Se siente inferior, o, al contrario, se siente superior porque es capaz de rellenar con sus hermanos un mayor volumen de espacio dejando menos huecos?

Yo no lo sé y seguramente tú tampoco (de todos modos, si lo sabes, me lo dices), pero en todo caso, no vamos a discutir en que el octaedro truncado tiene más vértices y aristas, pero también más caras.

Y cada cara ve el mundo de una manera. Más caras son más perspectivas, más opciones y, claro, más sensaciones. Por unas entra mejor la luz y se refracta con éxito iluminando el precioso sólido arquimediano, que, por otra parte, es muy utilizado en joyería. Y por otras no, al ser las caras oscuras (y no estoy hablando de Star Wars). A veces no te basta con girar el sólido con la mano e intentar ponerlo hacia el sol. Una cara oscura no refracta ni refleja, sea de un octaedro capado o sin capar.

Y seguro que cuando el octaedro arquimediano refleja y brilla como una joya disfruta de su esplendor, aunque esté anclado a un anillo o a un pendiente. Y siempre creo que cuando el octaedro truncado no brilla es que está enfadado.

Por eso sigo prefiriendo al maravilloso icosaedro. Pero quizás sea porque me cae mejor Platón que Aristóteles, o es que también tengo la espalda ancha; y eso me jode.

JL Llorente

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